-Nuñez,
saca el detector de minas.
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Y así mis ejércitos quedaron desamparados, desguarnecidos, desmantelados.
Su valor en batalla y su sobrecogedor esfuerzo ante un ejercito mejor armado,
son ahora presa fácil del enemigo indolente, victimas de la traición del "aliado".
Rezan en sus trincheras arrasadas por el embate de meses del tirano invencible, atroz y desalmado.
Lloran, tiemblan y por sus madres piden,
exigen redención al apático cielo y al Dios que los ha abandonado.
Incrédulos, impotentes y humillados por la violencia cínica del Inclemente,
por quien hasta hace horas sus vidas hubieran dado.
Yo me miro/los miro, grito y lloro...lloro y me desgarro.
"A qué batalla los he traído, a que masacre los he arrastrado!!!"
Los muchachos también lloran,
al menos los últimos leales de Ulhmannia esta noche han llorado.
Sabedores de que no habrá venganza por sus vidas
ya que la historia es de quien la escribe y quien la escribe,
es quien ha ganado.